Me da miedo romper las cadenas que me atan a la inspiración.

Y por mucho que pienso y medito los tiempos ahora me cuesta escribir.

Da igual la tristeza, el enfado con los sueños, se me ha secado la tinta.

Y llorar no supone una ayuda para mejorar este estúpido intento.

 

Ya no vuelan ideas por mal que me sienta.

Ya no existe camino a una nueva canción.

Se ha marchado el sustento de toda mi tristeza.

Y lo que daba sentido al dolor se esfumó.

 

Quizá esté viviendo un descenso de lamentos, de esos de los que no se acababan las existencias. Puede que no haya escasez de sentimiento, pero ya no sé ni cómo explicárselo a mi razón.

 

Aunque reenganche con síntomas de épocas distintas, la sequía es evidente cuando abundan las sonrisas. E incluso llega a darme asco el estado neutral. Siempre he sido más de tomar parte. La bipolaridad es un don que no todos pueden dominar, y cuando no lo dominas, es aún mejor.