Así avanzan la vida y las personas, emoción tras emoción, por mero impulso egoísta.
Aterrizando en cualquier amor irreal en el que apoyamos nuestras ganas de vivir.
Creamos sentimientos como el que produce en una fábrica, y de tanta producción se han acabado devaluando.

Ya no recuerdo el día en el que el beso marcaba la pauta en la bolsa.
O en el que el calor de dos cuerpos desnudos era el índice del mercado bursátil.
Y todo se forma con promesas vacías que se hacen en el fragor de la febril batalla causada por la excitación.

Porque no sabemos decir te quiero de otra forma.
O lo dice nuestra sangre agolpada en un extremo y emigrando de la cabeza.
O lo creamos nosotros en un sinsentido que tiene más de falso que de real.